Gargurevich menciona en su libro los géneros periodísticos que el testimonio es un antiguo género que los periodistas están volviendo a utilizar cada vez más en América Latina, tal como lo vienen haciendo también los antropólogos o sociólogos.
El testimonio, en cualquiera de sus formas (autobiografías, memorias, diarios, confesiones, agendas, cartas, conversaciones), fue conocido desde muy antiguo en la literatura que hoy llamamos de “no-ficción”, es decir, de hechos reales. Cualquier relato histórico edificado a base de las impresiones y visión personal del autor encaja dentro del género testimonial. Es un privilegio del testigo dar fe de lo vivido o visto y relatarlo a los demás. Pero este testimonio sólo adquiere forma cuando el testigo inicia su narración diciente “estuve, vi, comprobé, hice, actué, soporté…”
Esta es la caracterización fundamental del testimonio: el uso activo y constante de la primera persona, y en todo caso de su plural de modestia (nos-nosotros).
Es así que, Gargurevich define al testimonio como la “técnica de redactar hechos presenciados o vividos por el autor, exponiéndolos en primera persona para lograr mayor énfasis y/o dramatización de su calidad de testigo”.
Cuando la intención del escritor es periodística, es decir, traslado de información a un público lector, el testimonio está restringido normalmente a un hecho de características de alto valor noticioso transcurrido en un espacio relativamente corto de tiempo.
Gargurevich plantea que el testimonio periodístico puede dividirse en dos grandes grupos.
Testimonio directo: Es aquel relato publicado directamente tal y como lo escribió y redactó el periodista o el testigo de la historia y el testimonio indirecto: Es aquel en el que la persona o el testigo relata los hechos al redactor y que éste escribirá en primera persona como si hubiera sido redactados por el testigo. En este caso puede o no figurar el nombre del profesional.
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