domingo, 7 de agosto de 2011

GREGORIO HERNÁNDEZ ZAMORA

GREGORIO HERNÁNDEZ ZAMORA

Nombre:Gregorio Hernández Zamora
Ocupación: Escritor












Hacía un país de lectores “formar lectores”  entre la población que por costumbre no lee.
La jornada, el 1 de septiembre de 2002: “¿Quién define lo que es leer?” el carácter de la lectura como un practica  social diversa – en géneros, propósitos, contextos, modos-, inseparable de prácticas sociales más amplias: trabajo, comercio, religión, política, derecho, periodismo, arte, ocio,  educación, el ejercicio de ciertas prácticas de lectura, no depende de hábitos puramente psicológicos e individuales, sino del lugar que las personas (“los lectores”) ocupan en las relaciones sociales, institucionales y culturales, que son las que hacen accesibles o restringen ciertas prácticas de leer, escribir, hablar y pensar. Por ejemplo, una trabajadora domestica y una profesora universitaria, en tanto lectoras, no se distinguen tanto por sus “hábitos”, sino por las demandas y oportunidades radicalmente distintas que tienen para leer y pensar.
Esta definición prescriptiva de la “verdadera lectura” (por “hábito y placer”; y de “buena literatura”) proviene de sectores que practican la lectura como actividad profesional; por ejemplo: escritores, periodistas, funcionarios públicos, profesores universitarios y maestros, que son personas que reciben un sueldo por leer (y escribir). Deberíamos preguntarnos si estos sectores en verdad leen por “hábito” y “puro gusto”.
El horror que causa la lectura de material “no culto” es, en parte, reflejo del tremendo elitismo y clasismo que aun domina el horizonte social, cultural, artístico y educativo mexicano. Debemos recordar que, en tanto sociedad ex colonial, somos un país profundamente clasista y discriminatorio, en el que la función de la educación  (y junto con ella la cultura y la lectura) no ha sido la de formar productores de cultura, sino la de “llevar la cultura” a los grupos “atrasados”, o sea a los subordinados del país: indígenas, pobres del campo y de la ciudad, analfabetas, rezagados educativos, etcétera. Y así como campo y de la ciudad, analfabetas, rezagados educativos, etcétera. Y así como los conocimientos y prácticas culturales de estos grupos se descalifican de antemano, los de las elites se legitiman automáticamente como  “verdadera cultura”. Cuando se habla de fomentar la lectura, a los marginados ni siquiera se les mira como potenciales agentes productores de cultura, sino, en el mejor de los casos, como potenciales consumidores de la cultura.
No existe la comprensión en abstracto, tampoco existe el lector que comp0rende todo lo que lee. Por el contrario todos comprendemos solo ciertos textos y no otros.
¿Es posible que un estudiante de secundaria comprenda juventud en éxtasis y no comprenda El cantar del Mío Cid? Sí. Porque leer un texto –el que sea- exige conocimiento cultural y lingüístico relevante para cada caso en particular. Dar acceso a la lectura (comprensión) de obras literarias o científicas significa entonces dar acceso al conocimiento previo (marcos conceptuales, históricos, lingüísticos) y su conexión con las experiencias vitales de alumnos cuyos temas vitales, lenguaje y referentes culturales tienen poca relación con los de los libros que se les asignan.
¿Habría entonces que adecuar el tipo de textos literarios a las expectativas de los jóvenes? ¿Qué obras, qué autores recomendaría?
Muchísimos textos no literarios (científicos, periodísticos, religiosos, políticos, hasta publicitarios) son bastante creativos; del mismo modo que muchos textos literarios son poco creativos.
La distancia sociolingüística, temática e ideologice entre un texto (hablado, escrito o audiovisual) y sus lectores es un factor crucial en la posibilidad de leer.
No podemos invitar a los chavos a leer ofreciéndoles (cuando no imponiéndoles) sólo o principalmente literatura cuyos temas y lenguaje les son tan lejanos. En principio se trata de que ellos (justamente quienes no han tenido acceso a prácticas de lectura científica o literaria en sus hogares) sientan, vivan, experimenten que es posible leer.
En secundaria y preparatoria, no buscan eliminar del curriculum la lectura de autores y géneros clásicos (por ejemplo Shakespeare), sino incorporar al curriculum los géneros y temas que son mas familiares y gustados por la chavos (por ejemplo, canciones, poesía, rap, videoclips), y utilizarlos para entenderlos en si mismos, pero también como puente para entender los textos comerciales como los canónicos, comparten temas comunes como : amor, Celos, sexo, injusticia, rebelión, etcétera, y estructuras de género similares: lenguaje figurad, rima, trama, voz etcétera.
Si nosotros excluimos del curriculum escolar lo que para los estudiantes es importante, estamos reconociendo que eso no importa, que no es digno hablar de eso en la escuela, lo que genera un natural rechazo hacia lo  escolar.
Uno puede leer una novela o un libro científico con los niños, a condición de apoyar o andamiar su lectura: establecer una conversación previa o paralela que genera interés y motivación para leer dicho libro; anticipar el argumento o temas del mismo; leer junto con ellos, explicando pacientemente lo que haya que explicar, para involucrarlos en la historia o en el tema (palabras desconocidas, frases complicadas pasajes oscuros; referencias históricas, culturales o textuales indispensables para entender de que se habla y por qué; hacer recapitulaciones,; relacionar lo que se lee con textos, historias, temas o situaciones, familiares para ellos, etcétera.
Este trabajo pedagógico, indispensable para acceder no solo a la  lectura, sino al conocimiento y al pensamiento conceptual y crítico, es lo que los libros no proporcionan por sí mismos.
*tomado de “La experiencia literaria” pp.109-118

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